La historia de Navidad comienza con la anunciación de un ángel con cara de querubín y termina con tres hombres sabios. Cada año, recordamos y celebramos la historia más famosa en los villancicos que cantamos, en los pesebres y en los adornos de los árboles de Navidad, pero pocos son conscientes del papel que juegan los ángeles en nuestra historia o de sus orígenes prebíblicos. Como muchas de nuestras tradiciones navideñas, los ángeles son una mezcla de cristianismo, folclore y marketing.
Nuestra idea moderna de los ángeles proviene en gran parte del Antiguo Testamento, en el que los ángeles eran esencialmente mensajeros de Dios, siendo esa la definición literal de la palabra hebrea „malach”. Sin embargo, el concepto es anterior al judaísmo, con mensajeros celestiales que se encuentran en las antiguas religiones sumeria, babilónica, egipcia y persa, así como en Grecia, aunque probablemente se originaron en su forma actual en el Zoroastrismo, la religión mundial más antigua. El Zoroastrismo, que apenas sobrevive hoy en día en Irán, también nos dio la idea de los Reyes Magos, o “sabios”, aunque eran más bien astrólogos o adivinos (de ella obtenemos la palabra “magia”). Extrañamente, las ideas del Zoroastrismo florecen más fuerte hoy en día a través de la serie televisiva Juego de Tronos, siendo la fe adoradora del fuego claramente la base de la religión del Dios Rojo.
Aunque la Iglesia Católica enseña que los ángeles son espíritus puros sin cuerpos físicos, a lo largo de los años algunas de las mejores mentes de la Cristiandad han discutido sobre cómo eran exactamente y cuáles eran los más importantes. Se acordó en general que había varios órdenes de ángeles, siendo el rango más alto el de los Serafines de seis alas (“los ardientes”), que son los cuidadores del trono de Dios y pasan el día gritando frases de aprecio a su lado.
Aún más extraños son los Querubines, que tienen cuatro caras, de hombre, buey, león y águila, y cuatro alas unidas cubiertas de ojos. Los Querubines guardan el Árbol de la Vida en el Edén, de donde proceden todos los seres vivos, según la tradición hebrea.
LUCIFER EL QUERUBÍN
El Querubín más famoso de todos era Lucifer, según el gran teólogo medieval Santo Tomás de Aquino, aunque se reconoce que el malvado era una especie de ángel que se rebeló contra Dios. Extrañamente, Lucifer sigue siendo adorado hoy en día por los Yazidis del norte de Irak, uno de los siete ángeles que idolatran; también lo conocen como Melek Taus, el ángel pavo real, y creen que desde entonces se ha arrepentido y ha sido rehabilitado a favor de Dios. Desgraciadamente, esto ha sido usado a menudo como excusa para la persecución de los Islamistas que los acusan de adorar al diablo, más recientemente ISIS.
Otro grupo, a menudo confundido con los Querubines, son los Putti, bebés generalmente rubios que aparecen en el Renacimiento. Mientras tanto, la orden más baja de ángeles es la de los Malakhim, la infantería de ángeles comunes entre los que se encuentran los “ángeles guardianes”.
Honorio de Autun en el siglo XII creía que a cada alma se le asignaba un ángel guardián en el momento en que recibía un cuerpo; unas décadas más tarde, Duns Escoto argumentó que cada ángel debe aceptar cualquier tarea que le haya sido encomendada por Dios, algo así como abogados o taxistas. Según la tradición islámica, cada individuo tiene dos ángeles guardianes, uno delante y otro detrás, mientras que otras dos entidades, los registradores, se paran a cada lado recordando sus acciones. Los cristianos a veces creían que un ángel guardián era igual a un demonio personal que daba consejos contradictorios, un motivo que ha aparecido desde las obras de misterio medievales hasta Fausto y los cómics de Tintín.
La tradición de la Iglesia sobre la jerarquía de los ángeles se origina por un oscuro escritor del siglo VI llamado Pseudo-Dionisio el Areopagita, autor de De Coelesti Hierarchia (Sobre la Jerarquía Celestial). En esta etapa los ángeles ya estaban representados con alas, lo que parece un obvio préstamo de la antigua mitología griega.
Durante el siglo XII, cuando surgieron las universidades y pensadores como Santo Tomás de Aquino y Alberto Magno sentaron las bases del mundo moderno, las más grandes mentes de la época debatieron la jerarquía celestial. La angelología medieval podría legar a ser bastante arcan. Por ejemplo, el filósofo del siglo XV Marsilio Ficino sugirió que había 399.920.004 ángeles en total (cómo llegó a esa cifra es un misterio).
LA JERARQÍA CELESTIAL
En la cima de la jerarquía celestial están los siete arcángeles, ese número es significativo en casi todas las religiones, aunque sólo Gabriel, Miguel y, hasta cierto punto, Rafael son realmente mencionados en las escrituras y celebrados colectivamente el 29 de septiembre. De los otros arcángeles – Uriel, Raguel, Ramiel y Sariel – no se sabe casi nada.
Gabriel aparece por primera vez en el Libro de Daniel, donde se le describe como “el hombre de lino”; más tarde, en Ezequiel, el ángel es enviado a destruir Jerusalén, pero por suerte Dios cambia de opinión.
Más tarde, Gabriel se le apareció a un comerciante árabe llamado Mahoma y le reveló el Corán, pero el arcángel tenía un trabajo quizás más importante que el de informar a las principales figuras históricas sobre los caprichos de Dios. En la mitología judía, Gabriel observa el Árbol de las Almas en el Jardín del Edén; el árbol produce nuevas almas humanas, que luego caen en el Tesoro de las Almas, momento en el que Gabriel llega y se lleva una. Después de este Lailah, el ángel de la concepción y el único ángel prominente con rasgos femeninos, cuida del embrión hasta el nacimiento. Hanina ben Pappa, un erudito judío del siglo III, sugirió que cada vez que una mujer concibe, Lailah (literalmente “noche”) toma un poco de semen y lo coloca ante Dios, diciendo, “Soberano del universo, ¿cuál será el destino de esta gota? ¿Producirá un hombre fuerte o un hombre débil, un sabio o un tonto, un rico o un pobre?”
Aunque los teólogos a menudo consideran a los ángeles como desencarnados, en la forma humana proporcionaron una rica inspiración para el arte, como El Sueño de Joaquín de Giotto y La Anunciación de Fra Angélico, así como el ángel de mármol de Miguel Ángel de 1495. Los ángeles solían aparecer como andróginos, en parte porque en el imperio romano de Oriente, que influyó enormemente en el arte occidental así como en la religión, a menudo eran representados como eunucos, de los cuales la corte bizantina tenía muchos.
EL QUE ÉS COMO DIOS
La excepción es Miguel (en hebreo, “el que es como Dios”), que es representado como un guerrero, con una lanza en su mano derecha y una rama de palma en la izquierda. Esta asociación marcial se remonta al Antiguo Testamento, cuando se consideraba que Miguel protegía a los judíos de sus enemigos, y fue adoptada por los cristianos ortodoxos y los cruzados occidentales. Más tarde, se convirtió en patrón de policías y bomberos, y de cualquiera que arriesgue su vida por un bien mayor.
Los católicos creen que San Miguel tiene cuatro papeles principales, el primero de los cuales es una especie de líder militar espiritual como jefe del Ejército de Dios contra las fuerzas de la oscuridad, aunque, como en la “gran yihad” del Islam, se trata de la lucha dentro de nosotros mismos. Miguel es también el ángel de la muerte, así que al igual que Gabriel está ahí cuando nuestra vida comienza, está ahí al final, descendiendo a la hora de pasar y dándonos a cada uno la oportunidad de redimirnos. Entonces pesa cada alma, por lo que a menudo se le muestra sosteniendo escalas (claramente influenciado por el Antiguo Egipto, donde las almas de los muertos eran pesadas por el dios Anubis). El filósofo del siglo XIII San Buenaventura declaró que el Arcángel Miguel era el príncipe de los Serafines, mientras que su contemporáneo Aquino dijo que estaba a cargo de los ángeles guardianes. En cualquier caso, un ángel extremadamente ocupado.
MIGUEL DE LAS MONTAÑAS
La posición exacta de los arcángeles en el orden celestial siempre ha sido objeto de debate, algunos grupos protestantes creen que Miguel es el mismo que Cristo y otros son escépticos de los ángeles en general. En el siglo XVIII fue un tema tan candente que en 1758 un obispo llamado Robert Clayton fue procesado por su creencia de que Gabriel era el Espíritu Santo.
Una tradición curiosa, que se remonta a la conversión de las tribus bárbaras después de la caída de Roma, es que la reverencia a Miguel se asoció con las montañas y las colinas. Los alemanes paganos dedicaron las colinas a los dioses y así los misioneros se apropiaron de la tradición pero se la transfirieron a Miguel, por esto existen tantas iglesias o hermitas de San Miguel en las montañas, incluyendo Bristol, Highgate y Cornwall, donde se supone que el ángel se apareció a los pescadores (y al Rey Arturo). En otros lugares, está el San Miguel de Aralar en Navarra, el hermoso monasterio de Mont-Saint-Michel en Normandía y la Sacra di San Michele en Piamonte, una abadía del s.X que inspiró la novela de Umberto Eco „El nombre de la Rosa”.
Quizás un ejemplo aún más famoso es en Skellig Michael, al oeste de Irlanda, un importante lugar sagrado durante el gran período del monacato irlandés. Los monjes celtas amaban los lugares austeros e inhóspitos y la cima de la isla era absurdamente incómoda y peligrosa, sólo accesible en días tranquilos; a pesar de ello, los vikingos todavía se las arreglaron para asaltar el lugar. Es uno de los sitios más sagrados de Irlanda, aunque quizás ahora sea más conocido como el lugar de la escena final de La Guerra de las Galaxias: Episodio VII.